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Mira, abajo la nube negra cubre al relámpago
sumergido,
medidor del magma y los eléctricos minerales.
Encima, tierra acumulada mostrando
la súbita raíz impactante, el esparcimiento
de espigas condensadas.
Tierra y cielo, puños del aire.
Tierra y cielo, dos gemelas intercambiándose vestidos.
Y el aire como un espejo sosteniéndose
en la luz y sus costumbres.
Mira al relámpago rajar el polvo.
Mira a la raíz reventar en comienzos.
Mira al azogue mostrándose en la lejanía.
Raíz y relámpago nos apuntan:
percátate de que llevas el imán del misterio,
de lo creciente como fósforo en la madera.
Mira a los potros sacudirse la noche
como el águila se sacude los espacios.
Entremos a donde se juntan lo inverosímil y lo probable.
Entremos al fósforo para revelarnos.
Desconociendo aún
por qué el todo se reúne en lo impalpable.
Desconociendo el todo
a la vez que me rodea con su tribu de señales.
Y percibo la corrida del fuego hacia el fuego señalando
puertas,
entre los por cuánto y los aquellos y los entonces
que justifican los ahora, los posibles y lo doliente.

– Ernesto Delgado –